viernes, 11 de noviembre de 2011

¿¡Por qué ha de ser Ana Botella la Alcaldesa de Madrid!? —Para una representación más democrática por los partidos

¿¡Por qué ha de ser Ana Botella la Alcaldesa de Madrid, si Gallardón resultara ser p. ej. el próximo Ministro Portavoz del nuevo Gobierno!? –La respuesta es bien sencilla: porque es la número 2 en la lista del PP por la Alcaldía de Madrid. Vale, pero la pregunta en realidad no era esa, sino: ¿¡Por qué es “ella” la número 2 de esa lista!? Le podemos dar muchas vueltas, pero a mí no se me ocurre otra respuesta más certera, directa y válida que la siguiente: porque es la esposa de Aznar. —Todos sabemos que, en el fondo, la respuesta es esa.

Sigamos preguntando. Pero ¡bueno!, entonces, ¿¡qué es un partido político!? ¡A ver si al final va a resultar que vamos a montar toda una Junta como la de Extremadura con 100 familiares o amigos! —Pues sí, podríamos hacerlo. Pero no sólo podríamos, sino que, además, parece ser que de hecho ya era así antes de ganar las últimas elecciones y cambiar de Gobierno. Pero ¡bueno!, entonces, ¿¡qué es un partido político!?

Según el artículo 6 de la Constitución, nuestra democracia es una democracia por representación mediante partidos políticos. Esto quiere decir: 1) que se basa en «el pluralismo político» o ideológico expresado mediante los partidos; y 2) que los partidos son la «manifestación de la voluntad popular». Y es requisito esencial para ello que «su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos», es decir, erigidos desde la base.

Volvamos a la pregunta inicial: ¿fue Ana Botella elegida democráticamente la número 2 de la lista de Madrid? Desconozco el proceso efectivo por el que llegó allí, y puede variar de unos partidos a otros. Supongamos que sí ha sido elegida democráticamente. Pero, ¿elegida democráticamente por quién? ¿Por las bases del partido: los militantes? ¿Por algún órgano de gobierno del partido? ¿Por la ciudadanía de Madrid en general? Si es por algún órgano de gobierno, entonces el partido tiene también una estructura intermedia de representación: entonces, al final, ¿cuándo y qué eligen las bases para que los partidos se puedan considerar democráticos? Pero incluso aunque haya sido elegida por las bases, esto es, por los militantes, ¿acaso un partido es un órgano de representación de sus militantes? ¿No se supone más bien que debe serlo «de la voluntad popular»?

De cualquier modo que se haga, en un partido o en otro, me da la impresión de que en ninguno de ellos la selección de miembros que pertenecen a la lista y su jerarquía son elegidas por la ciudadanía. Incluso nos hemos acostumbrado a ver natural que cada partido elija sus representantes para nosotros. —Distingamos: una cosa es ser Secretario o Presidente del partido (un cargo interno) y otra ser Diputado, Senador o Alcalde (un cargo público). El partido debería elegir por sí mismo sus cargos para la organización interna; pero los cargos públicos deberían ser elegidos por la ciudadanía: todo el proceso de selección de estos cargos debería o podría quedar en manos de la ciudadanía para que quede representada debidamente «la voluntad popular».

¿Cómo hacerlo? Listas abiertas y desbloqueadas, sin orden preestablecido. Cuando los ciudadanos votan marcan los candidatos que desean, y los que no, no. El candidato más votado sería el número 1, el siguiente el número 2, y así sucesivamente.

Parece ser que se está dispuesto a avanzar un poco en esta línea, introduciendo listas abiertas para el 50% de los candidatos, pero reservándose el partido el otro 50% (modelo mixto alemán). Y seguramente ese 50% es el que la máquina del partido se reserva para ocupar los puestos más estratégicos. Vale, pero ¿por qué ha de reservarse el partido un 50%? ¿Por qué hay que sustraerle a la ciudadanía la posibilidad de elegir una parte tan fundamental de los candidatos? ¿Por qué ha de reservarse el partido la capacidad de adjudicar arbitrariamente los puestos más significativos? ¿Por qué hay que reservar siempre los puestos de poder a personas en particular, por encima o al margen de la voluntad popular? —Se le puede dar muchas vueltas, pero no veo otra razón más que la sustracción de poder a la soberanía popular en beneficio de intereses particulares: poderes fácticos que no concurren a las elecciones por la vía democrática, favores personales (política de familia), negocios (quid pro quo), etc. Seamos claros: todo eso no es democrático, es antidemocrático, predemocrático.

¿Cómo ha llegado a ser Rajoy el candidato del PP a nuestra Presidencia del Gobierno? ¿Cómo lo ha sido Rubalcaba? ¿Vale el mecanismo de “sucesión” para los políticos, incluso a veces familiar, más allá del linaje de la Corona, que sí está reconocida en la Constitución?

¿Por qué se asignan arbitrariamente las circunscripciones? ¿Qué es lo que decide si Elena Valenciano va por Valencia o por Madrid; o Rubalcaba va por Cantabria, por Cádiz o por Madrid, etc.? Se busca colocar en circunscripciones seguras y en número de orden seguro a las personas que se quiere implicar en puestos de responsabilidad pública, sin contar para nada en todo ello con «la voluntad popular». Y, además, los candidatos aparecen desvinculados, sin arraigo en la circunscripción y, por tanto, con menor capacidad de representación.

Pero, de todo esto, lo importante es lo que se trasluce: «la voluntad popular» no cuenta, se considera un escollo a evitar, sortear, burlar, en el plan para el logro de los objetivos “del partido”, o sea, partidistas y particulares de algunos, muchas veces anónimos, desconocidos. Ahora bien, eso sí, se la utiliza, se la necesita para conseguir su voto ciego al pack preparado inteligente y hábilmente por la máquina del partido, que no es más que una industria de poder no democrático. Un producto siempre en alguna medida fraudulento, porque todos los objetivos no están declarados, sino que pueden incluso llegar a ser inconfesables. Y esto justifica el engaño y la demagogia en las campañas.

El resultado es la política partidista, de choque o conflicto de intereses particulares, que según Platón, no puede llegar menos que a la división y la quiebra del Estado. Se produce la separación entre los partidos o los políticos en general y la ciudadanía, que vivimos hoy: porque #noNOSrepresentan (en el mejor de los casos sólo representan a sus votantes, o ni eso, sino sólo a sus militantes, a sí mismos en definitiva, o quizá a “otros” no declarados, pero sólo a unos cuantos, ¿quizá al 1%? —eso sería la dictadura de los mercados—…