martes, 19 de febrero de 2013

Sobre el estado degenerativo de la nación por corrupción

Creo que EL tema del próximo debate sobre el Estado de la nación es esencialmente el fracaso de la política de austeridad como vía de salida de la crisis, particularmente en España. Los recortes impuestos no sólo NO han reducido la deuda y el déficit públicos, sino que, al parecer, va a resultar que los han aumentado notablemente. Es, por tanto, objetivamente, claramente un fracaso en el logro de los objetivos concretos y esenciales marcados. -Y que nadie venga a decirnos lo contrario. El balance es que hemos perdido el tiempo, el dinero, el trabajo, los derechos, la vivienda... y, en definitiva, el bienestar general.

Y, probablemente, la causa fundamental de toda esta situación -el origen de la crisis y el fracaso o fraude en el intento de solución- es la corrupción: la conexión oculta, inconfesable, vergonzosa, indecente, inmoral, injusta, reprobable y muchas veces, seguramente también en buena medida, ilegal entre el poder político y el económico.

La política económica que desarrolló la burbuja inmobiliaria fue equivocada, errónea, negligente, culpable, cuando no simplemente un fraude, un atraco a mano armada, con el arma del poder, del secuestro de los organismos de control y de la ley en las manos.Y la política de "solución" de la crisis no lo es menos. No se ha podido predecir de manera más clara y más fuerte el fracaso al que nos llevarían las políticas de austeridad. Pero parece que el "interés" de algunos en ellas, ha estado por encima del interés general de toda una nación.

El estado de la nación es, en definitiva, notablemente degenerativo en todos los aspectos, y lo es por corrupción. Esta no es sólo una crisis económica, global, sobrevenida, accidental, sino sobre todo una crisis moral, política y democrática producida por las conductas sistemáticas de las personas que tienen o han tenido en su mano conducir el país. Todo lo que antes era importante, fundamental, y se daba por supuesto e incluso en buena medida como incuestionable (nuestro sistema de gobierno, la integridad del territorio...) hoy está patas arriba, seriamente en cuestión. Y, lo que es peor, ante la magnitud del problema económico, de injusticia y de bienestar, todo lo demás ya casi da igual:  nos han desensibilizado hacia los derechos laborales y las políticas económicas, pero hemos quedado también desensibilizados hacia ese tipo de cuestiones fundamentales. Todo está en descrédito, ha perdido su valor, ante la actual situación de necesidad de tantos, de emergencia, para muchos vital.

Se han cargado el sistema; y no han sido los antisistema. Los propios guardianes del sistema, que debían proteger el Estado, y los gobernantes, que debían encauzarlo hacia la prosperidad, no lo han guardado, sino que lo han asaltado, y no lo han llevado a buen puerto, sino al desguace. Han dejado España convertida en pasto de aves de carroña y de depredadores. En el exterior, nuestras grandes empresas no pueden realizar las inversiones que necesitan y nos requieren los países donde operan, y éstos acaban por nacionalizarlas (es como si hubieran quebrado, fracasado). Pero en el interior, los interesados que están al acecho se harán con las empresas estratégicas y las empresas públicas de interés, así como con nuestros preciados servicios públicos (especialmente la sanidad) para beneficio de particulares, allegados, o de fondos buitres, en los que siempre acaban apareciendo contactos sospechosos (indecentes).

La corrupción que mina nuestro país no es la del "pecado" individual, el simple robo o delito fiscal de algunos que no han podido aguantarse de meter la mano en la caja. La corrupción que ha empujado a  nuestro país hacia la quiebra, traicionando a la nación, es la corrupción del sistema, la confusión de poderes: ejecutivo, legislativo, judicial, medios de comunicación, económico y cualquier otra forma de poder fáctico al que los políticos se arrodillan, vendiendo el país, sin el consentimiento expreso de la ciudadanía, sin pasar por las urnas.

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