viernes, 21 de octubre de 2011

¿A quién se debe el cese definitivo de la actividad armada de ETA?

Durante la tarde-noche de ayer se vivieron todo tipo de reacciones respecto a esta indudablemente alegre noticia: alegría, euforia, recelos, dudas, hasta incluso frustración pareció percibirse en alguno ( !? ). Pero sólo quiero fijarme ahora en algunas reacciones “partidistas”, como estas:

  • Tendrá que aclarar el gobierno ahora quién ha pagado la Conferencia de paz del lunes. —Se intuye cierta envidia, ciertos celos o pesar en la oposición por el posible éxito político del gobierno. Y trata de deslucirlo miserablemente: pero no hay proporción.
  • Le cargamos a Zapatero exclusivamente la responsabilidad por la crisis y, sin embargo, —dice irónicamente— ahora el éxito por lo de ETA es “de todos”. —Se intuye el deseo de apropiación exclusiva del éxito por partidarios del gobierno.
  • También hay para quien, desde la ultraderecha o más allá, ayer fue un muy mal día, ante la posibilidad de perder un enemigo tan claro que condenar, que justifique el odio a todo lo semejante, y también por el recelo de qué le habrán concedido a cambio, para que haya llegado a ese gesto, pues se supone imposible el éxito, si no es con alguna contraprestación. —Sin embargo, Rajoy mismo ratificó: no ha habido concesiones políticas. Y con ello demostró su plena confianza en Zapatero y Rubalcaba en un asunto que es claramente de Estado, no de partidos.

Me parece evidente y honesto admitir que, habiéndose producido esta resolución bajo el mandato socialista (de José Luis Rodríguez Zapatero y con la colaboración especial de Alfredo Pérez Rubalcaba —mencionar también, al menos, al Lehendakari Patxi López—), no podemos menos que otorgarles nuestro mayor reconocimiento a ellos especialmente por esto.

Independientemente de los pormenores, que ya irán apareciendo, parece cierto y seguro que ETA ha querido mostrar de manera inequívoca «su compromiso claro, firme y definitivo» por «el cese definitivo de su actividad armada». Y de ello dan garantía las personalidades que han avalado con su prestigio internacional la Conferencia y la consiguiente Declaración del lunes 17 de octubre.

Es verdad que sólo han renunciado a la lucha armada, pero no han cesado en sus pretensiones políticas (ni tienen por qué hacerlo). Es verdad que no se han lamentado por las víctimas inocentes y que ni siquiera se han disuelto como “banda armada”: no es un desarme, sino un cese de la actividad armada (digamos una tregua definitiva —ahora de verdad— para resolver el conflicto). Pero también es verdad que eso ya es bastante y que, como garantía para el futuro, demuestran que en adelante la vía será la del diálogo, la de los acuerdos (ellos suponen que “con sus tesis”) y la de la implicación de la ciudadanía en ello, mediante la consulta directa cuando y como sea oportuno. Quizá en adelante la violencia de las armas se va a transferir a los foros políticos, pero será contundencia política: verbal y racional. Ya no habrá más muertes ni agresiones ni amenazas.

Pues bien, creo que esta solución tan hábil y matizada sólo ha sido posible gracias al PSOE y, concretamente, a sus dirigentes referidos personalmente más arriba (también habrá muchos anónimos). En 2004-2007 quedó claro que ni ETA, ni ningún partido nacionalista (ni vasco ni catalán) podrían alcanzar de ningún modo ningún acuerdo con el PP de aquella mayoría absoluta de Aznar 2000-2004. El requisito expreso de éstos en las negociaciones de esa época era claramente mantener al PP al margen. El propio PP, en su intolerancia dogmática o doctrinal, había quedado casi autoexcluido del diálogo.

Ahora bien, el trabajo del PP desde 1996 hasta 2004 también ha sido fundamental para que PSOE haya podido hacer el suyo desde 2001 a 2011: la exclusión política del entorno de ETA y su asfixia económica y la eficiente persecución policial dejó a ETA con unos 100 miembros allá por 2004 y con muy poca capacidad de acción. —Lamentablemente, como han dicho muchas veces los diversos ministros del Interior, para matar a un inocente basta bien poco y siempre es posible.

Aunque en el ambiente #15M se exhibe la idea de que PP y PSOE son lo mismo, y quizá económico-globalmente esto no puede menos que ser así en buena medida, sin embargo, PP y PSOE son diferentes, especialmente en otros aspectos no tan económicos, sino más políticos o sociales.

PP es un partido de principios, convicciones, de “ideas claras” (lema de la campaña de 2008). Y esto, que a algunos les transmite confianza y seguridad, otros, en cambio, pueden verlo como dogmatismo, intolerancia e imposición. PP tiene las ideas “demasiado” claras y, por ello, produce rechazo en el oponente: él cree tener la fórmula magistral, la solución (#solucionesPP), y no necesita “escuchar” a nadie más (tampoco a #15M), ni siente que tenga que dar a nadie explicación alguna. A partir del #20N tendremos que tragar como el aceite de ricino “sus” medicinas ideológicas, y lo peor de todo es que seguramente con ello se creará de verdad el trabajo que PSOE es incapaz de crear (aunque ya veremos a costa de qué…).

PP nunca hubiera podido llevar a ETA al punto en que con PSOE nos encontramos hoy. Y esto hasta tal punto es cierto, que, de no ser porque “se sabe” que a partir del #20N “imperará” PP, quizá ETA no se hubiera urgido tanto en ello (digamos que este gesto de ETA ha sido como una compra impulsiva: «estamos ante una oportunidad histórica», «una verdadera oportunidad para alcanzar la paz»). A 30 días del #20N, el #20O, no sólo con un claro interés electoral, sino también con la conciencia clara de que es mejor negociar esto con PSOE que con PP (pues éste no lo hubiera consentido), ETA se decide urgentemente a dar este paso.

PSOE es un partido más hábil, flexible y abierto a negociar, más convencionalista y relativista: no valora tanto la necesidad de unos principios fijos, inamovibles, como el hecho de llegar a acuerdos efectivos, aunque a veces tengan que ser mediante contraprestaciones o equilibrios de intereses (a veces incluso rayando lo inconfesable).

Ni PP ni PSOE han bastado para resolver este conflicto, sino que los dos, ambos, se han mostrado y se muestran para el futuro como igualmente necesarios, combinando o complementando entre los dos sus diferentes virtudes o capacidades de acción. Este es el éxito de la democracia (la alternancia, la pluralidad) y del Estado de derecho (los partidos cambian pero las leyes o el régimen legal en general permanecen en lo fundamental).

Por tanto, es bueno y es preciso que, para alcanzar la verdadera y definitiva solución del problema, se combinen democráticamente los tiempos de uno y otro partido en el poder. Pues, todo lo que se dice haber conseguido sería automáticamente mentira si, al tomar el PP las riendas de la negociación, a partir del #20N, de repente a éste le explotara en sus propias manos la bomba de un falso cese de la lucha armada, subrepticiamente condicionado a concesiones políticas esperadas a posteriori, bajo el eufemismo de ese diálogo sobre las consecuencias del conflicto: superación de la confrontación armada supuestamente (según ETA) mediante el cese de la imposición del Estado español, la celebración de una consulta popular (referéndum de autodeterminación) y el reconocimiento de Euskal Herria como nación independiente, ya veremos si posteriormente con libre adhesión o no al Estado español. Esto, que hoy es tan macabro de pensar, sin embargo sería una explicación lógica posible de esa diferencia que hay entre el declarado “cese definitivo de la actividad armada” y la esperada disolución unilateral y completa de la banda armada, entregando sus armas, lo cual está claro que no se ha producido aún.

La garantía de que lo realizado por PSOE hasta ahora —y que sólo él podía hacer— está bien hecho sería que ahora PP —la oposición— pueda culminarlo razonablemente sin problemas ni sorpresas, con plena confianza mutua e incluso con la otra parte de la negociación. Esto sólo será así en la medida en que haya sinceridad en todo lo hecho y declarado. Y eso sería una manera de hacer tangible el Pacto de Estado y la unidad de los demócratas en la lucha antiterrorista. Y finalmente nos quedaría claro a todos que la victoria es de todos, incluso, en su proporción adecuada, del entorno de ETA, pues los acuerdos sólo son acuerdos si interesan realmente a todos.

Pues, igual que en matemáticas 2 + 2 = 4, así también, en ética o moral, y probablemente también en política, se puede decir que ‘bueno’ es lo que produce buenas consecuencias y ‘malo’ es lo que produce malas consecuencias. A la inversa, aplicando la regla lógica de la contraposición, se puede concluir que, si la resolución o consecuencia final es mala, es decir, si el cese de la actividad resulta no ser definitivo (como se declara ahora), entonces ello demostrará claramente que la negociación previa era fraudulenta en su ambigüedad e incluía deliberadamente vicios ocultos, condicionantes no declarados abiertamente, en definitiva, intenciones inconfesables…

La mejor manera de asegurar, pues, el final perfecto y feliz para todos de todo esto, dejando claro que los autores responsables somos todos, sería que, aunque, a partir del #20N, PP tenga la responsabilidad de liderar la negociación de “las consecuencias del conflicto” y las etapas conducentes al desarme, sin embargo, PSOE no quede eximido de toda responsabilidad, sino que quede implicado incluso materialmente en la continuidad de la negociación como interlocutor o mediador. En adelante, ambos partidos deberían desarrollar una negociación completamente transparente entre ambos (PSOE y PP), con los demás partidos, y también con la ciudadanía y especialmente con las víctimas. No caben falsas soluciones ni intenciones ocultas. Todo lo que sea inconfesable, es decir, todo aquello que se tema que puede repercutir negativamente en el éxito político de los propios negociadores, se está presumiendo automáticamente por eso mismo, a su vez, también como indecente y, en definitiva, como injusto para alguien.

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